31 de enero de 2016

Paolo Uccello


(Paolo di Dono; Pratovecchio, actual Italia, 1397 - Florencia, 1475) Pintor italiano. La primera noticia documental que se tiene de Paolo Uccello es de 1412 y lo sitúa en el taller de Ghiberti, donde debió de formarse, aunque no consta que fuera escultor.

En 1425 estaba en Venecia trabajando en unos mosaicos para San Marcos, que no se conocen. En 1432, de nuevo en Florencia, Paolo Uccello realizó el luneto de la Creación en el Claustro Verde de Santa Maria Novella, una obra llena de expresividad pero todavía algo tosca.

Su primera obra maestra corresponde al año 1436: el enorme fresco para la catedral de Florencia en el que representó al condotiero Giovanni Acuto; la figura del condotiero a caballo es poderosa y está bien definida, pero lo que da la medida de su genio es el escorzo del cofre situado sobre una ménsula. En este escorzo se advierte ya la fascinación que sentía Uccello por la perspectiva, que es de hecho el rasgo esencial de su obra pictórica, lo que da a sus realizaciones una singular originalidad e incluso algunas notas de excentricidad por los extremos a los que llevó los efectos de profundidad. Vasari lo presenta como un fanático de la perspectiva, a la que consideraba su «amante más dulce».


La Batalla de San Romano, de Paolo Uccello 

La obra que plasma con mayor elocuencia esta atracción por la perspectiva, y también la más admirada de Uccello, son las tres tablas de La batalla de San Romano (un enfrentamiento armado entre Florencia y Siena), donde las armas rotas, los cadáveres y las patas de los caballos aparecen situados en un escenario enmarañado y complejo.

También en la Caza nocturna los caballos y los perros parecen alejarse hacia el interior del cuadro, mientras que en San Jorge y el dragón la perspectiva da la impresión de estar sometida a efectos de decorativismo.


San Jorge y el dragón 

A Uccello se le atribuyen también numerosas obras al fresco en diversas ciudades italianas; las mejor documentadas de todas ellas son las escenas del Antiguo Testamento para el Claustro Verde de Santa Maria Novella (Florencia), en la actualidad muy deterioradas. Según Vasari, su amor a los animales, en particular a los pájaros, le valió el sobrenombre con el que se le conoce.