A la muerte de Van der Weyden, Memling se trasladó a Brujas, donde abrió un taller que mantuvo siempre una gran actividad, lo que explica la abundancia de su obra. Se movió sobre todo entre la pintura religiosa y el retrato, y apenas experimentó variaciones estilísticas a lo largo de su carrera, por lo que su obra presenta una rara uniformidad.
En las escenas religiosas, agrupadas a menudo en trípticos (Tríptico de la Adoración de los Magos, Tríptico de la Crucifixión), llama la atención su habilidad para organizar el espacio y distribuir las figuras con una gran maestría compositiva.
En el retrato (Tommaso Portinari y su mujer, el Hombre con la moneda) perfeccionó la técnica de situar al modelo sobre un fondo de paisaje, costumbre que tuvo una amplia difusión y una gran influencia; es, además, en estas obras donde Memling se muestra más original y más afortunado que en sus asépticas escenas religiosas, por lo demás de impecable realización técnica.
El Tríptico del Juicio Final es quizás, en lo que respecta a su producción religiosa, la obra más conseguida, por su mayor implicación emocional. Su estilo brillante, mesurado y de alegre colorido, se considera una acertada síntesis de los grandes maestros flamencos anteriores a él, en particular Van Eyck, Van der Weyden y Dieric Bouts. La mayor parte de su obra se conserva en el Museo de Brujas, dedicado a su figura.