(Londres, 1775-id., 1851) Pintor británico. Fue un artista precoz, admitido ya a los catorce años como alumno en la Royal Academy, de la que fue nombrado miembro asociado en 1799, a los veinticuatro años, y de la que fue también, más tarde, profesor y vicepresidente. Su prematura inclinación hacia la pintura se concretó desde el primer momento en una vocación de paisajista, hasta el punto de que fue el paisaje el único tema que cultivó, y del cual llegó a ser un maestro indiscutible.
A partir de 1792 adoptó la costumbre de realizar apuntes de paisajes y vistas para venderlos a grabadores o convertirlos luego en óleos o acuarelas. Esta línea de actuación, mantenida a lo largo de toda su vida, está en el origen de la gran cantidad de dibujos que dejó a su muerte, amén de los que se incluyeron en obras comoPuertos de Inglaterra o Vistas pintorescas de las costas meridionales de Inglaterra.
El gran canal de Venecia (1835)
y El Temerario remolcado (1838), de Joseph Turner
Aunque su obra fue muy discutida, contó con admiradores y mecenas incondicionales, como el tercer conde de Egremont y Ruskin. Gozó, por ello, de un gran desahogo económico, que le permitió realizar constantes viajes por diversos países (Francia, Suiza, Italia), de los que constituyen un recuerdo memorable, por ejemplo, sus series de vistas de Venecia.
Desde sus inicios, sus paisajes son plenamente románticos por el dramatismo de los temas tratados y manifiestan un interés particular por el espacio atmosférico y los efectos luminosos. Estos dos rasgos, los más característicos de su peculiar estilo, se mantuvieron hasta el final de su carrera, aunque en composiciones cada vez más esquemáticas y abstractas en las que el color adquirió un protagonismo absoluto. En sus últimos años vivió una existencia solitaria, con frecuentación casi exclusiva de su amante, Sophia Booth.
Desde sus inicios, sus paisajes son plenamente románticos por el dramatismo de los temas tratados y manifiestan un interés particular por el espacio atmosférico y los efectos luminosos. Estos dos rasgos, los más característicos de su peculiar estilo, se mantuvieron hasta el final de su carrera, aunque en composiciones cada vez más esquemáticas y abstractas en las que el color adquirió un protagonismo absoluto. En sus últimos años vivió una existencia solitaria, con frecuentación casi exclusiva de su amante, Sophia Booth.