31 de enero de 2016

Umberto Boccioni


(Reggio de Calabria, Italia, 1882-Verona, id., 1916) Pintor y escultor italiano. Figura clave del movimiento futurista italiano, fue también uno de sus más destacados teóricos.

Se inició en el divisionismo de la mano de Giacomo Balla. Después de pasar algún tiempo en París, Rusia, Padua y Venecia, se instaló definitivamente en Milán y se interesó por todo lo referente a la sociedad industrial moderna.

Influido por el simbolismo y por el expresionismo de Munch, y tras varios encuentros con Marinetti, Carrà y Russolo, la obra de Boccioni se desarrolló a partir de 1910 alrededor de dos conceptos clave: dinamismo y simultaneidad. Entre sus obras cabe destacar La ciudad que surge (1910) y La calle ante la casa (1911), pinturas que, aun siendo formalmente distintas, hacen referencia al mismo tema, la ciudad, que para los futuristas simbolizaba la modernidad, el movimiento y la velocidad.


La calle ante la casa (1911) 

En cuanto a su actividad escultórica, que desarrolló paralelamente a la pictórica, fue pionero en el uso de nuevos materiales, como el cristal, el cemento o el hierro, así como en el aprovechamiento de la luz eléctrica. Falleció en Sorte (Verona) el 16 de agosto de 1916, durante la guerra europea (en la que se había alistado como voluntario), a causa de una caída de caballo.

Notable teórico además de pintor y escultor, Boccioni desarrolló conceptos clave para el desarrollo formal del futurismo como el de líneas-fuerza, simultaneidad, compenetración de planos y expansión de los cuerpos en la superficie. Conceptos todos ellos que reiteran una idea fundamental: la reciprocidad de relaciones entre los objetos y entre éstos y el ambiente que los circunda.

Pinturas como las ya citadas La ciudad que surge y La calle ante la casa son encarnaciones de un mismo tema: la ciudad como síntesis de un movimiento vibrante y luminoso. En ambas, el dinamismo está generado por una red de líneas de fuerza que estructuran la composición. La primera está conformada por una tupida red de pinceladas enérgicas, cuyos cambios direccionales enfatizan la sensación dinámica del conjunto. La segunda, sin embargo, es una asimilación de las formas y el espacio a la fragmentación del cubismo analítico. Y es que para el futurismo, el tema es mucho más importante que la forma.

Pero donde más se percibe la singular personalidad del trabajo de Boccioni es en el campo de la escultura. A pesar de la escasísima obra que dejó, al morir prematuramente en la guerra, su valor innovador, apoyado por sus escritos teóricos, le coloca entre los grandes padres de la escultura contemporánea.

En 1910 escribió el Manifiesto de la escultura futurista, donde puede leerse: "Hay que destruir la nobleza totalmente literaria del mármol y del bronce... el escultor debe utilizar veinte materias diferentes o más aún en una sola obra, con tal que la emoción plástica lo exija." El listado de materiales que a continuación propone incluye no sólo madera, cartón o vidrio, sino otros como crin, cuero, espejos o luz.

Para lograr en escultura esa interrelación de formas entre el objeto y lo que le rodea, sobre la que Boccioni funda la representación dinámica, es necesario materializar la atmósfera. Y, efectivamente, él logra literalmente corporeizarla, como puede comprobarse en Desarrollo de una botella en el espacio (1912) y Formas únicas de la continuidad del espacio (1913), ambas en el Museo Cívico de Arte Contemporáneo de Milán.


Formas únicas de la continuidad del espacio (1913)
 
Formas únicas de la continuidad del espacio no pretende representar un cuerpo según una concepción realista, sino transmitir la acción de dicho cuerpo a partir del estudio de la musculatura y el movimiento humanos. La extensión de las extremidades de este prototipo crea en el espectador la sensación de encontrarse ante una obra dinámica. Otra fuente del artista fue el cubismo, del que aprovechó la representación simultánea de diversos lados de un mismo elemento para conseguir la deseada sensación de desplazamiento. La pasión de los futuristas por el movimiento llevó a Filippo Tommaso Marinetti, ideólogo del grupo, a declarar que un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia, escultura con la que, paradójicamente, se compara hoy esta obra.