Hombre extraordinariamente inquieto y muy descontento con la sociedad de su tiempo, decidió poner su arte al servicio de la sátira y la crítica social. Comenzó así la realización de series de telas sobre un mismo tema, que asimiló con representaciones teatrales, de modo que estableció un paralelismo entre cuadro y escenario, figuras y actores. Entre sus numerosas secuencias de pinturas anecdóticas destacan La carrera de prostituta (seis escenas), La carrera de libertino(ocho escenas), Matrimonio a la moda (seis escenas) y Campaña electoral. Todas ellas se grabaron después de pintadas, lo cual contribuyó a su difusión y su éxito, que se produjo por igual en todas las capas sociales.
La riqueza de detalles y matices psicológicos, así como la intensidad dramática y el acierto compositivo contribuyeron, sin duda, a la buena aceptación de estas obras, que constituyen un punzante retrato de la sociedad inglesa de la época. Aunque éstas son sus creaciones más apreciadas, Hogarth no abandonó nunca el retrato y se dedicó también a plasmar por escrito sus ideas estéticas en La anatomía de la belleza, obra que gozó también de gran éxito.
A partir de 1735 dirigió una academia de pintura que fue la precursora de la Royal Academy. En sus últimos años, a raíz de haber sido nombrado pintor del rey, se mostró más conservador y perdió en parte el espíritu de lucha que hasta entonces había caracterizado toda su vida.