23 de mayo de 2016

Tinto Brass, el último erotómano


Este director italiano se hizo famoso por “Caligula”, que fue algo más que un film erótico. A partir de esa obra fue criticado, alabado, acusado de machista, sexópata, o tratado como un maestro del cine. Después vinieron “La llave” y “Miranda”. En el otoño de su vida su filmografía es extensa, no muy conocida y fundamenta una realidad: tiene una manera diferente de expresar la sexualidad y el erotismo. 
Salvo alguna producción softcore y edulcorada de los EE.UU. o algún film perdido europeo, Tinto Brass fue el símbolo del cine erótico de estos últimos 30 años. El italiano evolucionó hacia un cine de autor capaz de edificar su obra en torno al sexo y el mundo de las relaciones íntimas entre la mujer y el hombre. Eso si, asistir a cada uno de sus films es despojarse de cualquier prejuicio, no dejarse llevar por una primera impresión y permitir que los sentidos se expresen y gocen libremente de la catarata visual a la que, cada uno de ellos, expone al espectador.




UN VENECIANO IRREVERENTE 
La Italia cinematográfica siempre estuvo tentada por la idea de resucitar a sus “maggioratas”. Un término italiano que designó entre los ’50 y ’70 a un puñado de mujeres con una gran carga de erotismo, ingenuas y de una inocente picardía. Lo primero que resaltaba era un físico exuberante, con caderas rotundas y un busto generoso pronto a desbordarse por vertiginosos escotes, que era su carta de presentación. Además, tenían un carácter descarado e insolente pero gracioso.

Estas mujeres fueron Silvana Mangano, Sofía Loren, Claudia Cardinale, Rossana Podestá o Laura Antonelli. En la actualidad (y hay que apurarse a disfrutarlas) se pueden considerar a María Grazia Cuccinota y a la exuberante y sensual Monica Bellucci. Esa tendencia tuvo en el director Tinto Brass a su principal exponente actual. Obsesionado por los cuerpos femeninos opulentos, la anatomía femenina trasera es su objeto del deseo. En tal sentido Paprika y Amor y Pasión son dos símbolos de su preferencia.




Siempre polémico, Brass es un veneciano de 83 años que a partir de su film Salón Kitty (1976) ubicó a su obra entre un erotismo fuerte y una insinuante pornografía.
El polémico director considera que la diferencia entre cine erótico y cine porno reside en como se filma. “Es una cuestión de lenguaje –dice Brass-, un film erótico es un film pornográfico de calidad si bien el deseo en el porno es lúgubre y sórdido mientras que en el cine erótico es de carácter más lúdico y alegre”.
Atacado por feministas, el realizador cree que el público que va a ver sus películas “tiene una gran salud mental y consume mucho sexo de una forma sana”. “Son las elites culturales las que tienen problemas a la hora de ver este tipo de cine” explica.
Es que su cine no puede dejar indiferente a nadie ya sea por el atrevimiento de la propuesta como por su casi obsesivo interés por el sexo. Antes de entrar en su controvertida obra conviene señalar que Tinto Brass llegó al cine erótico tras una primera etapa de cine comprometido con la realidad política y social de su país.





EL IDEARIO DE UN EROTÓMANO La mayoría del público conoce a Brass por Calígula (1979), uno de sus films más polémicos de la historia del cine por sus escandalosos problemas de producción. Una vez que el dueño de la revista masculina “Penthouse”, Bob Guccione –productor del film-, despidió a Brass mientras realizaba el montaje final, la película se conoció como “la superproducción porno más costosa de la historia”. La realidad es que Caligula es un espectáculo de lujosa magnificencia erótica aunque algo morbosa y para un público desprejuiciado. Sea por la dirección de Brass o por la intromisión en el corte final de Guccione (se dice que fue el responsable del agregado de las escenas porno).





Sin embargo, esta “segunda” carrera cinematográfica de Tinto Brass se inició con Nerosubianco en donde contó con la colaboración del legendario dibujante erótico Guido Crepax quien realizó ilustraciones que aparecieron insertadas en la película. La historia trata sobre una mujer que mantiene relaciones con un hombre negro. Una de las fantasías sexuales más antiguas y comunes entre las mujeres blancas. 
Luego vino Dropout (1970), nada menos que con Franco Nero y Vanessa Redgrave, con una historia de un marido que humilla y domina a su esposa en el marco de un amor aparentemente puro y transparente.
En La Vacanza (1971) vuelve a repetir la fórmula Nero-Redgrave (no se puede obviar que era el momento de esplendor de ambos intérpretes y que, además, en la realidad conformaban una pareja sexualmente transgresora). En esta ocasión la Redgrave compone a una mujer que por problemas de dinero es cedida por su familia a un hombre rico.
En esta etapa, si bien Tinto Brass se vuelca a un cine más comercial continúa con sus planteamientos críticos de su primera época de cine político. Pero esta vez con mucho humor ácido y cínico, y con la utilización del sexo como un arma. Como una metáfora contra el poder establecido. No hay que olvidar que a fines de los ’60 y comienzos de los ’70 el sexo recién empezaba a despuntar en el arte cinematográfico y cualquier manifestación que lo explicitara era escandalosa.




Muchos desconocen esta etapa artística previa del director y dan como el film que inicia su carrera en el cine erótico a Salón Kitty (1976). Este film cuenta el reclutamiento, entrenamiento y puesta a trabajar de cientos de jóvenes mujeres para que nutran un particular prostíbulo del III Reich. Es un lanzamiento al mundo del sexo a través del erotismo innovando audazmente con planos generales de desnudos colectivos. Algunos críticos indican este film como el que dio origen al cine porno con temática de nazis y campos de concentración que fueran tan populares a finales de los ’70. 




Salón Kitty tiene reminiscencias estéticas y temáticas de Portero de Noche de Liliana Cavani -otro opresivo film erótico con una marcada carga de sadomasoquismo y dominación-, de Cabaret de Bob Fosse, y de El Conformista de Bernardo Bertolucci por los grandes espacios marmolados de la arquitectura nazi y una insoportable sensación de soledad.




En tanto, La Llave (La Chiave, 1983) fue el punto de inflexión en su filmografía. La historia, simple, cuenta como un intelectual inglés mayor no consigue satisfacer a su joven esposa y por otra parte vive agobiado por el excesivo pudor sexual de ella. Para provocarla le escribe un diario secreto cargado de sexo y la fotografía desnuda mientras duerme. Es un canto al voyeurismo. La mujer es el objeto del deseo y, encarnada por la sensual Stefania Sandrelli en su plenitud física, es el objeto preferido de la cámara que se mueve segura del deseo que está provocando en el espectador-espectadora. Por primera vez un director se alucina con la micción femenina y la insinúa, como que también muestra algunos penes. La película está considerada como una de las más eróticas y audaces de la historia del cine. La escena en que la Sandrelli, desnuda en la cama, sostiene en sus brazos y contra sus pechos la cabeza de su marido como si lo estuviera amamantando está cargada de una tensión sexual muy pocas veces lograda en un marco tan ascético. 




Enseguida llegó Miranda (1985) que conjugó varios puntos importantes para la carrera de Brass. Es la historia de una atractiva mujer dueña de un hostal que, al considerar que perdió a su marido durante la segunda Guerra Mundial, decide vivir su sexualidad plena y libremente. Con este film el director cumplió una vez más con su propósito. Para muchos es la mejor de Brass y también fue el lanzamiento de su máximo descubrimiento: la exquisita y neumática Serena Grandi. Una mujer especie de madre voluptuosa y mujer sueño de cualquier adulto masculino. Pero, por sobre todo, la nodriza ideal para una lactancia eterna. Cuando todavía era toda una audacia insinuarlo, la escena que sugiere sexo anal jugada a contraluz y solo con claroscuros que delinean los contornos de la Grandi y su amante circunstancial es perturbadora. Separados, los cuerpos de ambos parecen emitir una energía especial entre los rayos de luz que se filtran entre ellos. 




Un año después vino Amor y Pasión (Capriccio,1986), con la que compone otra obra maestra del erotismo. La historia cuenta el regreso de un reciente matrimonio inglés (insatisfecho) a Capri después de la Guerra y el reencuentro de cada uno con las personas que le habían abierto el camino a una sexualidad plena. En esta ocasión Tinto Brass termina con las críticas feministas y enfoca el sexo como lo puede sentir una mujer. Vuelve a exhibir el sexo masculino y va más allá. Esta vez una mano de mujer lo acaricia sin pudores. Los encuentros sexuales del marido con su fijación italiana (Francesca Dellera) se hacen rápidos, violentos, en tanto que los de la esposa con su gran amor italiano son suaves, lentos, guiados y con cariño. Inclusive no duda en insinuar sexo oral para la mujer. Se podría decir que es la mejor obra de Brass para mujeres. 



Después vendrían Snack Bar Budapest, Paprika, Cosi Fan Tutte, El voyeur, Fermoposta y Monella. Pero, sin duda, La Llave, Miranda y Amor y Pasión forman la trilogía más acabada de la obra de Tinto Brass. Es un erotismo por momentos refinado y por momentos salvaje que sugiere el sexo desenfrenado. En tanto, plasma en la pantalla las pasiones, los deseos y las fantasías con una calidad superlativa.

LAS MUJERES QUE “INVENTÓ”
Teresa Ann Savoy, Serena Grandi, Francesca Dellara y Debora Caproglio casi se pueden considerar descubrimientos de Tinto Brass. El caso diferente es el de Stefania Sandrelli (La Llave) que cuando trabajó a sus ordenes ya tenía una carrera hecha. Pero el director la guió hacia un erotismo de alto voltaje que Stefania, hasta ese momento, solo había transitado discretamente. Imposible olvidarla en su personaje de Alfredo, Alfredo (Pierto Germi, 1973) como una joven histérica y seductora empecinada en casarse como sea con un joven Dustin Hoffman. A partir de trabajar con Brass el mundo supo de su voluptuosidad y encantos sexuales.




Teresa Ann Savoy fue, tal vez, el menos escandaloso y más etéreo de sus hallazgos. Delgada y delicada fue una de las prostitutas del III Reich en Salón Kitty, y más tarde la hermana y amante de Caligula. 




Serena Grandi fue la “maggiorata” de los ’80. En realidad fue descubierta por Joe D’Amato -el exitoso director de cine porno italiano- cuando todavía hacía películas clase B, pero la consagración llegó cuando se puso a las ordenes de Brass en Miranda. Posiblemente sea el cuerpo más rotundo que dio el cine después de la sueca Anita Eckberg y Brass lo mostró y lo explotó como nadie. Después de un nuevo y excelente trabajo en el film francés La iniciación (1987) y en la inquietante Deseando a Julia (1989) Serena parece haber desaparecido del cine. Una verdadera lástima. Años después volvería a trabajar con Tinto en Monella como la madre del nuevo descubrimiento femenino del director, mostrando con generosidad sus increíbles curvas aunque más sutilmente.




Francesca Dellara empezó con Brass en Amor y Pasión brindándole su cuerpo para que el ojo voyeurista del director se recreara. Las tomas de la ampulosa anatomía trasera de Francesca son de antología y confirman qué parte de la mujer es su preferida a la hora de filmar. Un tiempo después la Dellara –algo más voluptuosa y desarrollada- fue convocada por el director Marco Ferreri para protagonizar La carne, una comedia de humor negro.




Finalmente, Debora Caproglio –otra exuberante de Brass-, protagonizó Paprika y fue la actriz justa para un papel que podría haber sido complicado. Con su frescura y desenfado le quitó el dramatismo que podía sugerir el tema de la prostituta.

UN FINAL CONFUSO
A fines de los '90 se pensaba que por su edad, artísticamente no habría Tinto Brass para rato, así que se invitaba a aprovecharlo. Porque era un artista clásico del erotismo especializado en la primera mitad del siglo pasado. Sus historias se ubicaban -generalmente- entre 1930 y 1950 donde se le ve cómodo. Es como el gran director Mauro Bolognini que hizo de sus films, ambientados en historias y escenarios del Siglo XIX, los mejores retratos de esa época que dio el cine (Metello, Bubú, etc.). Sus escenarios son cargados, barrocos, llenos de espejos y muchas veces ensombrecidos. Y sus mujeres “madonnas” amplias, exuberantes, como si estimulase a una vuelta a la madre naturaleza.
Si el erotismo de Brass se consideró marcadamente masculino, a partir de La Llave empezó a recrear los ojos femeninos. Amante de mujeres extremas, sus historias las ubicaban como figura principal y alrededor de ellas giraba el Mundo. Era la mirada del hombre que sabía que necesita de la mujer para seguir existiendo.
Sin embargo, a partir del 2000, pareció quedarse sin argumentos. Como si la pornografía lo hubiese apabullado, su sentido estético del erotismo cayó ante escenas sexuales repetitivamente exasperantes y alejadas de la magia erótica que había desplegado en el pasado. Tinto Brass fue un recreador del erotismo en una época en la que el porno empezaba a invadirlo todo. Después empezó su decadencia. Como si no hubiese sabido dónde ubicarse.
Salvando las distancias, algo similar a lo que le sucedió a Carlos Saura -el célebre director español antifranquista- que cuando murió el dictador pareció enmudecer cinematográficamente.
Igualmente, cuando se escriba una verdadera historia del cine erótico, esa que se basa en el erotismo y no sobre la exhibición de los genitales en acción, Tinto Brass merecerá una de las mejores ubicaciones.

Film oVideografía Erótica de Tinto Brass
L'urlo (1968)
Nerosubianco (1969)
Dropout (1970)
La Vacanza (1971)
Salón Kitty (1976)
Caligula (1979)
Action (1979)
La Llave (1983) +
Miranda (1985) +
Amor y Pasión (1986)
Snak Bar Budapest (1988)
Paprika (1991)
Cosi fan tutte (1992)
El voyeur (1993)
Fermoposta (1995)
Monella (1998)
Trasgredire (1999) *
Senso'45 (2002) *
Falo (2003) *
Monamour (2005) *
(+) A estas dos películas, las mejores de su filmografía, Tinto Brass no reconoce las copias ni en VHS ni en DVD por que dice que son copias cortadas.
(*) Estas películas no se estrenaron en el cine pasando directamente al DVD.